El programa socialista de cambiar las oposiciones y el escándalo con la prueba de los docentes avivan el debate. Los defensores del sistema defienden que frena el amiguismo
Fuente: El Confidencial
Autor: Rafael Méndez y Angel Villarino 15/07/2018
Jorge Díaz Lanchas es economista y profesor de la Universidad de Loyola Andalucía y se encuentra opositando a una plaza en la Comisión Europea. "Hemos tenido pruebas ligadas a comprensión lectora, cálculo matemático, pensamiento abstracto, resolución de dilemas éticos en un tiempo ajustado. El primer examen es como un psicotécnico, el primer gran filtro. Luego hay pruebas individuales y finalmente vas a Bruselas a dinámicas de grupo y a defender tu currículum ante un tribunal. Un compañero tuvo una prueba en la que recibía en tiempo real una serie de correos electrónicos con tareas y tenía que ir contestando y priorizando", cuenta por teléfono. Ha preparado las oposiciones a ratos, manteniendo su trabajo. Las plazas se anuncian con mucho tiempo y el proceso de selección se parece más al de una multinacional que al de un ministerio español.
Su experiencia, que explicó en Twitter, contrasta con la de su pareja, que está preparando oposiciones al Ministerio de Justicia en España. Ella ha tenido que dejar de trabajar durante años para centrarse en un temario que no valora sus ocho años de experiencia como abogada. "En España no se sabe cuándo sacarán las plazas y quien decide presentarse tiene que dejar de trabajar o no sé cómo se pueden organizar con temarios tan amplios, y menos si tienes obligaciones familiares". En este país, critica Díaz Lanchas, los opositores pasan años preparando los exámenes, a veces los mejores de su vida, memorizando temarios en un sistema obsoleto, desigual e ineficaz.
Su conocimiento del sector viene de largo. "Hace unos años me encargaron unos temas para la oposición a un cuerpo superior del Estado. Me parecía absurdo tener a alguien dos años de su vida estudiando lo que yo había escrito. No se miden muchas capacidades de la persona como las habilidades para negociar. Además, no se valora la experiencia laboral previa. La idea de memorizar leyes tendría sentido hace 30 años, pero hoy donde todo está a un golpe de clic no tiene especial interés. Las leyes a veces son antiguas y otras son modificadas". No es solo que, en su opinión, la oposición no selecciona bien, sino que deja a miles y miles de jóvenes brillantes rezagados en el mercado laboral si en el examen tienen un mal día. "Si no saca la oposición, la persona sufre un ajuste brutal en su carrera. Volver a engancharse es duro: te deprecias y encima con un estigma negativo".
El presidente de los altos funcionarios: "El sistema deja a gente buena fuera y puede que no valore todas las competencias, pero pocos malos entran"
Su testimonio ha tenido eco porque llega en un momento en que el sistema de acceso a la Función Pública y toda la carrera de los funcionarios está en cuestión. El Gobierno del PSOE, que en su programa electoral ya se comprometió a "modificar el acceso al empleo público", "revisar sistemas, pruebas y programas para reducir el componente memorístico, valorar la experiencia profesional previa e introducir periodos evaluables de formación y prácticas", ha encargado un informe para modernizar la Administración al exministro Jordi Sevilla.
El caos en las oposiciones a secundaria, con notas sospechosamente bajas y sin ninguna transparencia, con miles de familias preguntándose qué ha pasado, ha abonado el debate. ¿Realmente el acceso al sector público es igualitario, útil y justo? A grandes rasgos, hay unanimidad en una cosa: el sistema de acceso es mejorable. Pero frente a muchos expertos que proponen derribar el sistema y empezar de cero, entre los funcionarios, los que en su día aprobaron, muchos defienden que el sistema evita el amiguismo y el enchufismo —un mal endémico español—y que el resultado no es tan malo. Lo resume en una frase Jordi Solé Estalella, presidente de Fedeca, la federación de altos funcionarios: "El sistema actual de oposiciones deja a gente buena fuera, pero son pocos los malos que entran".
Rafael Jiménez Asensio, consultor de instituciones públicas de larga trayectoria, es de los expertos que no ahorra críticas: "El sistema actual de oposiciones es más viejo que el crimen" y está "totalmente obsoleto". "Está basado en un patrón decimonónico en el que básicamente se memorizan contenidos para cantarlos ante un tribunal". En su opinión, este proceso de selección no filtra a las personas más aptas para cada puesto, sino a aquellas capaces de memorizar grandes cantidades de información.
El PSOE se comprometió a "revisar sistemas y pruebas para reducir el componente memorístico y valorar la experiencia profesional previa"
Sin embargo, continúa, las habilidades que se necesitan hoy en día en plena revolución digital no están cubiertas. Pone como ejemplo las plazas de administrativo. "Siguen convocando plazas para trabajos que van a desaparecer en unos años". "¿Qué buscamos, personas que resuelvan problemas con las herramientas que están al alcance de todos o empleados con manguito que sepan buscar en repertorios de papel la norma aplicable?", se pregunta.
Jiménez Asensio sabe de lo que habla: ha sido alto funcionario en el País Vasco, profesor de la Escuela Judicial, ha impartido clases en varias universidades y trabajado como consultor para administraciones públicas y gobiernos como el de la Generalitat. Cree que es uno de los grandes desafíos que afronta España y un tema al que casi nadie presta atención. "Esto nos va a generar un problema enorme en el futuro. No se tienen en cuenta competencias digitales, ni idiomáticas, que deberían ser imprescindibles. Y luego las llamadas habilidades blandas: iniciativa, creatividad, pensamiento crítico, lo realmente importante en una sociedad en la que las máquinas acabarán haciendo todo el trabajo mecánico y el valor añadido del hombre quedará reducido a este tipo de talentos que se pueden identificar con test de personalidad, de creatividad...".
El presidente de Fedeca ve la botella medio llena. Solé Estalella, inspector de Hacienda que además de presidir la federación de los altos funcionarios prepara a opositores, admite que hay margen de mejora pero que ni mucho menos el panorama es tan malo. "Decimos de las oposiciones lo mismo que Churchill decía sobre la democracia: 'No es el mejor sistema pero es el menos malo". "Es verdad —añade— que en los cuerpos superiores, donde tenemos vocación de directivos, la memoria no te avala las destrezas. Debemos superar estos errores, pero sin caer en un sistema que no prime mérito y capacidad".
El debate está abierto y Fedeca ha creado un grupo de trabajo para analizar posibles mejoras, pero nunca derribando todo. Su temor es que un sistema mucho más flexible, que en entrevistas se valore la experiencia laboral o destrezas menos medibles en un examen, se preste al enchufismo. "El sistema deja a gente buena fuera y puede que no valore todas las competencias, pero pocos son los malos que entran. Quien ha hecho la oposición al menos ha demostrado tesón, capacidad de concentración, ambición, vocación de servicio público, capacidad de sacrificio...", añade.
España no es un caso aislado. Otros países han superado ya la discusión. Irlanda o Canadá, por ejemplo, revisan constantemente sus sistemas de selección del funcionariado. En Bélgica, cuya Administración es una pesadilla al menos para los muchos expatriados que viven allí, se llevó a cabo una ambiciosa reforma (llamada Copérnico) entre 1999 y 2004 partiendo de "la constatación de que la función pública se hallaba paralizada por una estructura formal, rígida, ineficaz y costosa para el contribuyente". Desde entonces los belgas emplean test de razonamiento numérico y verbal, cuestionarios sobre aptitudes de planificación, entrevistas estructuradas, ejercicios en los que se evalúa la reacción del candidato ante determinadas situaciones, o la resolución de supuestos prácticos en grupo.
Su experiencia, que explicó en Twitter, contrasta con la de su pareja, que está preparando oposiciones al Ministerio de Justicia en España. Ella ha tenido que dejar de trabajar durante años para centrarse en un temario que no valora sus ocho años de experiencia como abogada. "En España no se sabe cuándo sacarán las plazas y quien decide presentarse tiene que dejar de trabajar o no sé cómo se pueden organizar con temarios tan amplios, y menos si tienes obligaciones familiares". En este país, critica Díaz Lanchas, los opositores pasan años preparando los exámenes, a veces los mejores de su vida, memorizando temarios en un sistema obsoleto, desigual e ineficaz.
Su conocimiento del sector viene de largo. "Hace unos años me encargaron unos temas para la oposición a un cuerpo superior del Estado. Me parecía absurdo tener a alguien dos años de su vida estudiando lo que yo había escrito. No se miden muchas capacidades de la persona como las habilidades para negociar. Además, no se valora la experiencia laboral previa. La idea de memorizar leyes tendría sentido hace 30 años, pero hoy donde todo está a un golpe de clic no tiene especial interés. Las leyes a veces son antiguas y otras son modificadas". No es solo que, en su opinión, la oposición no selecciona bien, sino que deja a miles y miles de jóvenes brillantes rezagados en el mercado laboral si en el examen tienen un mal día. "Si no saca la oposición, la persona sufre un ajuste brutal en su carrera. Volver a engancharse es duro: te deprecias y encima con un estigma negativo".
400.000 personas ahora mismo en proceso de consolidar sus plazas", opina Jiménez Asensio. "En España", continúa, "todo depende del Derecho y la Administración aún más, pero en cinco o seis años se van a necesitar urgentemente otros perfiles: matemáticos, físicos, ingenieros, expertos en sistemas, tratamientos de datos... Tendrá que haber juristas y economistas, pero estas son profesiones en declive".
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